viernes, 3 de julio de 2009

El hombre que pudo hacer cine

Reinaldo era un autor comprometido.
Tras seis cortometrajes terminados,
estaba dispuesto a rodar un largo conseguido.

Empezó a buscar productor, pero no pensaba
hacer ninguna concesión.
No cedería en actores o cambios de última hora,
su ópera prima sería una perfecta obra.

Unos cuantos productores le dijeron que no,
pero él siguió buscando con determinación:
las cosas se harían bien, y si no, no saldrían de él.

Más tarde unos señores aceptaron sus condiciones,
pero no invertirían en la película, como él quería,
tantos millones.

Reinaldo siguió buscando pero a nadie más encontró,
lentamente cayó en una infausta depresión.

Unos amigos directores le recomendaron
que produjera su propia película a riesgo
de ser embargado.
Pero Reinaldo no podía entretenerse
en burocracias u otro tema menor, necesitaba
para su tarea absoluta dedicación.
Con voz grave repitió que haría las cosas bien...
o no las haría, también.

Algunos años más tarde cambió de ocupación,
se dedicó a la cría de naranjas, que le salieron
amargas.

Fueron pasando los años... y se acordaba del cine
como de una antigua amada, a la que hubiera
examinado hasta que se le escapara.

Cuando era ya un anciano sintió acercarse
la muerte... Supo que debía hacer algo
para cambiar su suerte.
Rodar su película de forma independiente.
Cogió sus ahorros, llamó a cualquier actor
y reunió un equipo de novatos que le salieron baratos.

Empezó a rodar, sin casi preparación.

Según iban rodando, de las imágenes
que durante años había imaginado, no quedaba
ya nada...
Pero observó con brillo en los ojos que,
en cada uno de los planos, el alma de su historia
aún se conservaba.
Una inmensa satisfacción le embargó, aunque
a la vez una lenta enfermedad le devoraba.

Alguien dijo que le oyó reír en mitad
de un desierto..., mientras en rodar un plano gastó
su último aliento.
______________________________
Zoe Berriatúa ('El hombre que pudo hacer cine y otros cuentos de rodajes')

No hay comentarios: