lunes, 22 de septiembre de 2008

Réquiem por los cines de la Gran Vía

Estábamos mis amigos y yo en un lugar casi de película donde sólo había sol, en un poblado semidesértico en mitad de un inmenso secarral alejado de la mano de Dios, liándola parda, aprovechando los últimos días de disfrute antes de que comenzáramos a currar como es debido, preparando la última gran fiesta antes de decir hasta luego, cuando de repente, en mitad de una borrachera de cuidado, alguien dijo "Ey, vamos al antiguo cine del pueblo". Y hacia él nos fuimos con esa horrible planta que teníamos, que más que personas adultas y civilizadas parecíamos salvajes.

El cine estaba totalmente derruido, aunque en su zona superior tenía las mejores vistas hacia la nada. Antes de entrar en él, alguien me puso un brazalete negro de cinta aislante alrededor de mi brazo izquierdo en señal de luto, no sé si por el cine o por qué. El edificio estaba tapiado al completo y tuvimos que acceder por un socavón de la pared. Dentro sólo había oscuridad, aunque con la tenue luz de algún teléfono móvil conseguimos vislumbrar lo que parecía el acceso a la sala-auditorio a través de unas escaleras. Los murciélagos a los que les interrumpimos el sueño nos dieron algún pequeño susto, pero la gente estaba más centrada en intentar destrozar las viejas vigas que todavía aguantaban sujetando la clásica estructura. En la parte trasera todavía se conservaba el soporte que debía sujetar el proyector, y fue en ese preciso instante cuando mi mente se desplazó hasta la Gran Vía madrileña.



No sé por qué, pero por algún motivo asocié todas estas imágenes con la situación que están sufriendo los cines del centro de Madrid, abandonados, comprados por algún cabrón multimillonario para montar su propio emporio elitista. Y es que en los últimos cuatro años han sido cerrados 18 cines, y la Gran Vía sigue perdiendo cultura a un ritmo abismal, y lo peor de todo es que nadie hace nada al respecto.

Ahora ya sólo quedan tres cines abiertos: Capitol, Callao y los cines Palacio de la Prensa.
Yo me quedé bastante conmocionado cuando cerraron los cines Avenida, que han sido toda una bandera, y bastante entristecido al ver que nadie cambiaba los inmensos carteles de la fachada. De hecho, creo que todavía permanece el cartel de 'Tú la letra, yo la música', esa película con Hugh Grant y Drew Barrimore. Triste, muy triste. Del mítico Cine Rex mejor ni hablamos. Y más recientemente también se fueron al carajo los cines Palacio de la Música, otro gran mazazo moral y psicológico. Y lo único que puede hacer aquí uno es protestar, y eso me jode porque sirve de poco, yo diría que no sirve para nada. Algún día me van a matar de un disgusto, porque todavía me cuesta retener las lágrimas cuando paso por allí y veo el panorama. Menos cines, menos carteles. ¿Qué demonios está pasando?



Y al final habrá que tomar como consejo las palabras que dijo Bardem en Donosti hace unos días, "Hace falta gente que coja una piedra y rompa una farola." Metafóricamente, claro.

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