Si ya lo venía diciendo yo, el trabajo se detiene, se frena en seco por estas fechas. Tampoco hay mucho que contar, al final todo se condensa aunque la esencia permanece.
Nos hemos pasado esta semana santa entre jarras de cerveza, whisky, frontón, mucho frontón y... Otras cosas no lícitas. A algún desquiciado hasta le ha dado por cargarse su raqueta a hostias contra la pared. No sé quién fue el culpable de ese desquiciamiento, la verdad... El caso es que a los 10 minutos regresó del Carrefour con una raqueta nueva y siguió jugando. Es un vicio esto de empotrar una pelota contra una pared.
También nos hemos pasado alguna que otra tarde en el Babia (que no en babia), un bar al que no sé muy bien por qué le llaman así cuando lo cierto es que no tiene letrero, un bar donde todas las consumiciones se cobran a 2 euros (o eso parece) y en el que te ponen golosinas de pincho. Allí hemos redescubierto nuestra afición a un juego olvidado: el parchís.
Ah, no nos olvidemos del Troya, jajaja, maldito Troya. No sé qué pasó con esa blusa azul, no es propio de mí ese embobamiento, y eso que iba bastante sereno. De todas formas al día siguiente se me pasó. Incluso llego a recordar que esa misma noche hubo alguna discusión acerca de quién había sido el mejor grupo musical del Siglo XX, yo defendía que Oasis aunque mis favoritos son los Kinks y el maestro Ray Davies, el otro decía que los Rolling Stones. Las discusiones sobre cine nunca logro recordarlas. No creo que sea por el alcohol, es porque de vez en cuando sufro amnesia esporádica, pero de lo que sí que me acuerdo perfectamente es de que Luis, después de cinco años, todavía se sigue creyendo que tengo un quad.
Mención también para las míticas Cuevas, y es que fue el lugar culmen donde acabamos templándonos todos. Es normal, empalmando de cañas y encima le pides al Dj una canción de los Lori Meyers y el tío va y te pone dos, menudo crack.
Al día siguiente me invitan a comer al campo, o mejor dicho a la montaña, a una lujosa casa para respirar aire puro y recobrar energías. Enorme la paella que nuestro particular maestro "paellero" nos preparó, sí señor, de las mejores que he probado, aunque más lujoso es ver cómo la prepara, no muchos cocineros tienen ese arte.
Y no me podía dejar las huídas del Demociones, jajajaja. Siempre acabamos haciendo lo mismo. El que te cuento me viene (el que se pone un pañuelo en el bolsillo de la americana y no se pone chapas en las de lino, jaja, menudo dandy) y me dice en voz baja para que los demás no se enteren "Vámonos de aquí, tú vete yendo hacia la salida", jajajaja. La verdad que es inaguantable la música que ponen allí, creo que ya lo he dicho alguna vez.
Para finalizar os tengo que decir que defitivamente me he cortado el pelo y bien cortado. Ya está hecho y no hay vuelta atrás.
Me gustaría deciros que escribí mucho esta semana, que terminé los borradores pendientes, que concluí el corto, pero no fue así, y tampoco me arrepiento. Los amigos son los amigos.
2 comentarios:
La verdad es que fue peor el remedio que la enfermedad porque lo del imopacto era de lo mas bizarro to lleno de punkis y guarretes y encima una hippie me birlo el ultimo cigarro
Éramos como peregrinos en una tierra de infieles.
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