sábado, 9 de octubre de 2010

Los comienzos de Edward Burns (II)

Continúa de la entrada anterior...



Al salir de la escuela de cine comencé a buscar trabajo en el negocio del entretenimiento. Durante cuatro años trabajé como asistente de producción en las oficinas de Entertainment Tonight en Nueva York. Mis principales responsabilidades eran conducir un coche alrededor de Manhattan, llevar las luces y trípodes, y conseguir café para cualquiera que lo pidiera. La gran ventaja era que durante las filmaciones, tenía bastante tiempo libre para hacer lo que me diera la gana, así que me metía en alguna oficina vacía y empezaba a escribir guiones. En los primeros dos años escribí cuatro guiones y los envié a varias productoras y agentes que yo mismo me encargaba de localizar.

Si os dedicais a esto deberíais saber que la parte más complicada de escribir un guión no es escribirlo en sí, sino encontrar a alguien del negocio que pueda leerlo después. Así que todos los días escribía, llamaba y buscaba a alguien que me pudiera ayudar, pero no hacía más que recibir cartas de rechazo, unas doscientas tenía ya en mi colección, lo que me hizo sentir como un auténtico perdedor. Habían pasado ya tres años desde que hice Hey Sco, y no conseguía llegar a ninguna parte como guionista, de hecho, John Tesh, el presentador principal de Entertainment Tonight ni siquiera conocía mi nombre, aunque como el plató principal estaba en Los Angeles no había ninguna razón para que lo supiera.

Un día mi padre decidió llevarme a comer fuera. Quedamos en la taberna White Horse, en el West Village, y nos tomamos unas hamburguesas y varias cervezas. Yo empecé a contarle sobre el asco que me producía Hollywood por no darme una oportunidad. Entonces él me miró y me dijo: "si eres cineasta, ¿por qué simplemente no haces una película? ¿por qué necesitas a Hollywood?" Intenté convencerle de que eso no era precisamente una tarea fácil, y que para conseguirlo necesitaría al menos un millón de dólares. Él me contestó que eso eran gilipolleces y me preguntó que cuánto me había costado hacer Hey Sco. Le dije que cerca de tres mil dólares. Después él me volvió a preguntar que cuánto duraba aquella película, yo le dije que quince minutos, hasta que finalmente dedujo, si Hey Sco te costó tres mil dólares y duraba quince minutos, ¿por qué no puedes hacer una película de noventa minutos con dieciocho mil dólares? Le dije que no lo había pensado nunca de esa manera. Mi padre me sugirió que dejara de lloriquear y escribiera un guión que costara unos dieciocho mil dólares. Al día siguiente, entre los descansos en el trabajo, me senté y comencé a escribir el guión de Los Hermanos McMullen.

Por aquellos años se acababan de estrenar películas como Laws of Gravity de Nick Gomez y Metropolitan, de Whit Stillman. El presupuesto de la primera fue de cuarenta mil dólares, y el de la segunda de doscientos mil. Ellos me sirvieron de motivación y también como inspiración para lo que yo estaba intentado hacer. Lo primero en lo que pensé a la hora de escribir el guión fue en localizaciones en las pudiera rodar gratis. Aquello incluía la casa de mis padres, los apartamentos de mis amigos, Central Park, y las calles de Nueva York. Pero sabía por experiencia que lo que más me costaría sería conseguir un buen casting con tan poco dinero, así que por ese motivo también decidí incluirme yo mismo en el reparto.

Pertenezco a una familia católico-irlandesa, y mis amigos y yo siempre nos preguntábamos por qué no había películas que contaran la vida de personas como nosotros. Hemos visto a los italo-americanos con Scorsese y Coppola, a los judíos americanos con Woody Allen y Barry Levinson, y a los afroamericanos con Spike Lee y John Singleton. Por lo tanto, yo quería hacer algo que retratara cómo es la vida en Nueva York de una familia católico-irlandesa. También me interesaba explorar la relación que hay entre los hermanos, que es completamente diferente a la que puedes tener con tus amigos, padres, hermanas o novias. Tres meses después terminé un primer borrador del guión y elaboré un presupuesto que se elevaba hasta los veinticinco mil dólares. Entre mi padre y algunos de sus amigos conseguí diez mil, un dinero que al menos me dejaría comenzar el rodaje. Mi idea para después era cortar varias escenas y montar un primer tráiler que usaríamos para conseguir el resto del presupuesto.

Dick Fisher, uno de los cámaras con los que estaba trabajando en Entertainment Tonight, aceptó filmar la película y nos prestó de todo: la cámara, el equipo de sonido, su coche, su apartamento y varias cosillas más. El resto del equipo lo formaban buenos amigos míos que se prestaron a darme su tiempo sin cobrar un duro. Si no conseguíamos vender la película ya me veía pagando favores durante el resto de mi vida. Lo siguiente fue conseguir el casting, así que publiqué un anuncio en la revista Back Stage: "Película sin presupuesto busca actores irlandeses - Sin Remuneración - Comidas Incluidas". Recibí cerca de quince mil respuestas en apenas tres semanas, y pensé, bueno, esto va a ser fácil. No resultó ser el caso.

Empezamos a rodar en Octubre de 1993 y fue muy duro. No os podéis ni hacer una idea de lo complicado que es coordinar un rodaje en localizaciones públicas y sin haber pagado un centavo por ellas, ni por el equipo, ni por el material de rodaje, y conseguir un reparto de actores durante sólo un día cuando lo único con lo que les puedes pagar es con la promesa de dos porciones de pizza para comer. Durante los tres siguientes meses tan sólo habíamos podido rodar seis días, sin embargo, ya teníamos algo más de la mitad de la película. Con mucho esfuerzo conseguíamos rodar cerca de doce páginas de guión cada día, y a pesar de todos los contratiempos, tengo que admitir que esos seis días han sido los seis días más grandes de toda mi vida.

Entonces comenzó el desastre. Los diez mil dólares volaron cuando me vi obligado a ingresar en el hospital para una apendectomía de emergencia. El día que salí del hospital, a Dick Fisher le diagnosticaron una hernia discal que le mantuvo fuera más de un mes, y a todo esto hay que añadirle dos de las peores tormentas de nieve que la ciudad de Nueva York ha vivido en años. El rodaje se pospuso hasta Marzo, cuando nos reunimos todos en el apartamento de uno de mis actores principales, Jack Mulcahy (Porky's), para discutir qué iba suceder con todo. Allí me aseguraron que el equipo seguiría conmigo hasta el final. Mi padre me prestó otros cinco mil dólares, y después, Irving Young, de DuArt Film Labs, nos salvó el día concediéndonos el resto del presupuesto para terminar la película. El rodaje se puso en marcha de nuevo en Saint Patrick's Day, un buen augurio. Filmamos doce días durante las siguientes seis semanas, y acabamos a finales de Abril, ocho meses después del comienzo.


Después, Dick y yo editamos la película durante los siguientes meses. Hicimos un montaje de dos horas en VHS y enviamos copias a todas las compañias de distribución del país, grandes y pequeñas, incluyendo Miramax, New Line, Paramount, Sony Classics y Sam Goldwyn. Lo único que recibí fueron más cartas de rechazo para añadir a mi colección, y todas decían exactamente lo mismo: "Aunque su película promete, por el momento no se ajusta a nuestras necesidades de distribución". Así que probé a enviarla a festivales, pero nada, todos me rechazaron, incluyendo el Festival de Cine de Hampton, y eso que yo soy de Long Island ¡por Dios Santo!


Volví a quedar con mi padre para tomar unas cervezas en la taberna White Horse y hablar sobre mi futuro en el cine. Mi viejo me escuchó atentamente cuando le conté lo injustos y sucios que son los festivales y las compañías de distribución. Estaba en el filo de la navaja y sin saber qué hacer en la vida. Él me preguntó entonces si quería hacer el examen para la academia de policía a finales de mes, yo, por supuesto, le dije que no, que lo que quería era ser cineasta. Él me contestó, bueno, has hecho una película hijo, ya eres cineasta. Yo no opinaba lo mismo, después mi padre me dijo que cerrara el pico, y que si realmente había disfrutado tanto escribiendo y dirigiendo no tenía que importarme una mierda lo que pensaran esos capullos de Hollywood sobre mi trabajo, me dijo que si lo había disfrutado tanto, que dejara de lloriquear de nuevo y que volviera a hacer otra película, y que si ésa tampoco les gustaba, que hiciera otra, y otra, y otra, pero que si hacía esto por ser un pez gordo de Hollywood y asistir a fiestas con famosos que me olvidara del tema. Esa misma noche comencé a escribir el guión de She's the One.


continuará... (en tres días la tercera y última parte)

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