Usted lleva toda la vida trabajando en la industria del cine. ¿Ha cambiado mucho?
No demasiado. Cuando todo estaba en manos de los estudios era una pesadilla porque estabas a su merced. Ahora es parecido, sólo que los que ponen el dinero son inversores privados. Y en cierto modo son incluso peor porque no entienden nada de cine y gastas un montón de energía en convencerles de cosas obvias.
En muchas películas de Hollywood se presenta a la familia como un reducto de seguridad que debe actuar como escudo protector contra la violencia del mundo exterior. ¿Por qué muestra usted con tanta frecuencia a la familia como el ámbito donde surge la violencia?
Pues porque es así. Es más habitual que la familia sea una fuente de violencia que un refugio contra la violencia; terremotos y guerras al margen, claro. Al menos es así en Estados Unidos. Y va a peor, sobre todo porque ya no hay cohesión ni armonía en las familias. Y son precisamente los adelantos tecnológicos, como el ordenador o el móvil, los que la están destruyendo.
¿Los nuevos medios de comunicación ya no conectan a las personas?
A larga distancia, quizá sí. Pero nos aíslan de las personas que nos rodean. Hay chicos que se sientan a comer en casa y se pasan el rato viendo una película en la pantalla de su móvil, ignorando a quienes están sentados a su lado. Todo esto genera tensiones. Es algo especialmente peligroso ahora que muchos jóvenes se ven obligados a volver a la casa de sus padres porque no consiguen encontrar un trabajo cuando terminan los estudios. Y todos se vuelven a sentar juntos a la mesa, en un espacio pequeño, cada uno a lo suyo, sin ningún tipo de unión entre ellos.
Se dice que usted ya leía a Karl Marx cuando tenía ocho años.
No es cierto, una vez leí cuatro páginas de Marx y me quedé dormido. No le he vuelto a dar otra oportunidad.
Usted creció en la época de la crisis económica. ¿Intensificó aquello su conciencia política?
Y mucho. Mi sentido de la justicia, sobre todo. Los ricos pueden descansar, los pobres no. Es algo que aprendí muy pronto. Y en aquellos años también comprendí que no hay que confiar demasiado en la ley y el orden, que no puedes fiarte de todos los policías. Cuando éramos jóvenes, pasábamos mucho tiempo jugando a lanzar centavos para que cayesen lo más cerca posible de un muro. El ganador se llevaba todas las monedas. Un día pasó un policía, nos echó de allí y se quedó con las monedas. Y era un dinero. Podías comprarte cigarrillos con él.
¿Es por eso por lo que habla de policías corruptos en películas como Serpico o El príncipe de la ciudad?
¡Eso sería simplificar demasiado! Pero muchos policías son corruptos. El motivo es, básicamente, el tráfico de drogas, que afecta a todos los aspectos de nuestras vidas. Unos policías entran en una casa y encuentran 200.000 dólares procedentes de la droga sobre una mesa... nadie se va a dar cuenta si me quedo con 20.000 dólares para mí. La policía y la justicia son dos instituciones muy frágiles en Estados Unidos. En aquellos ámbitos de nuestra sociedad donde la confianza es más necesaria es precisamente donde no suele existir ninguna.
Se le considera el director más rápido de Hollywood; además, todas sus películas se ruedan en el plazo y con el presupuesto previsto...
Es probable. He trabajado durante toda mi vida y no he llegado tarde al trabajo ni una sola vez. Lo afronto todo de la misma manera. Es la única forma de mantener la disciplina en un equipo de rodaje, de que cada uno asuma que debe subordinarse a la realización de la película. No admito que la gente ande perdiendo el tiempo.
¿Y lo consigue siempre? ¿Incluso con Dustin Hoffman, que tiene fama de mantener discusiones interminables sobre su papel, lo que se traduce en continuos retrasos en los rodajes?
Dustin Hoffman es un pesado. Su forma de actuar no es el problema, él es el problema. Siempre intenta ser el centro de todo, por eso habla tanto.
Una vez dijo: «La repetición acaba con la emoción». ¿Es un director impaciente?
Algunas estrellas, como Marlon Brando o Katharine Hepburn, eran muy inteligentes. Eran conscientes de que algo no iba bien si teníamos que repetir una toma cuatro veces. Existía el peligro de perder impulso y de agotar al equipo. Hay que mantener alto el nivel de energía. Conmigo, los actores pueden hacer todas las pruebas que quieran, tengo mucha paciencia. Pero cuando dicen que están preparados, tienen que estarlo de verdad. Por eso suelo rodar las tomas una sola vez.
Paul Newman dijo de usted: «Sidney Lumet es el único hombre que conozco...»
«...que aparcaría en segunda fila delante de un burdel». Sí, lo único que no me gusta de Paul son sus malditos chistes.
Usted trabajó en televisión y en los años setenta dirigió la película Network, un mundo implacable, donde mostraba lo más aterrador de los entresijos de la tele. ¿Cómo ve ahora el rumbo de los medios de comunicación?
Es un desastre absoluto. Da miedo pensar que lo que triunfa sean los reality shows. Son increíblemente sádicos y lo que el público espera es humillación.
¿Cree que Internet puede mejorar la situación?
Se pueden crear contenidos diferentes. La gente se pasa 10 horas frente al ordenador y lo triste es que piensa que está comunicándose...
¿Por eso no tiene ordenador?
No lo necesito. Escribo a mano. Y no quiero que me impongan el estar siempre disponible. Si me buscan pueden llamarme por teléfono y dejar un mensaje en el contestador. Y en cuanto a Internet, creo que me queda poco tiempo de vida y prefiero invertirlo en aprender más sobre las personas que sobre las cosas.
Sin embargo, no se ha negado a abrazar las nuevas tecnologías para filmar.
Porque filmar en cine es carísimo, complicadísimo. Con la alta definición (HD) puedes utilizar más cámaras, tienes más luz y eso te permite darle más intensidad a las actuaciones, acercar el teatro al cine. Para mí la tecnología tiene que servir para mejorar la vida, no para complicarla. La HD es una bendición.
Nunca se ha mudado a Hollywood, alguna vez ha llegado a decir que es un sitio odioso. ¿No es algo exagerado?
Es una ciudad que no soporto. No es un lugar apto para la vida de los seres humanos. No puedes ir a ningún sitio andando, y yo no quiero pasarme el día subiendo y bajando de un coche. Aquí, en Nueva York, hay cuatro líneas de autobús y una de metro que pasan por delante de mi casa. Se llega antes a los sitios que con el coche.
Ningún director ha rodado tanto en Nueva York como usted. ¿Por qué le gusta tan poco rodar en otras ciudades?
Aquí puedo rodarlo todo. Rodé incluso una escena de una película ambientada en el sur, en la que una bandada de pájaros alzaba el vuelo desde un campo.
Fuentes:
Bárbara Celis (Diario El País, 23/05/2008)
Lars-Olav Beier (XL Semanal, 3/08/2009)
No demasiado. Cuando todo estaba en manos de los estudios era una pesadilla porque estabas a su merced. Ahora es parecido, sólo que los que ponen el dinero son inversores privados. Y en cierto modo son incluso peor porque no entienden nada de cine y gastas un montón de energía en convencerles de cosas obvias.
En muchas películas de Hollywood se presenta a la familia como un reducto de seguridad que debe actuar como escudo protector contra la violencia del mundo exterior. ¿Por qué muestra usted con tanta frecuencia a la familia como el ámbito donde surge la violencia?
Pues porque es así. Es más habitual que la familia sea una fuente de violencia que un refugio contra la violencia; terremotos y guerras al margen, claro. Al menos es así en Estados Unidos. Y va a peor, sobre todo porque ya no hay cohesión ni armonía en las familias. Y son precisamente los adelantos tecnológicos, como el ordenador o el móvil, los que la están destruyendo.
¿Los nuevos medios de comunicación ya no conectan a las personas?
A larga distancia, quizá sí. Pero nos aíslan de las personas que nos rodean. Hay chicos que se sientan a comer en casa y se pasan el rato viendo una película en la pantalla de su móvil, ignorando a quienes están sentados a su lado. Todo esto genera tensiones. Es algo especialmente peligroso ahora que muchos jóvenes se ven obligados a volver a la casa de sus padres porque no consiguen encontrar un trabajo cuando terminan los estudios. Y todos se vuelven a sentar juntos a la mesa, en un espacio pequeño, cada uno a lo suyo, sin ningún tipo de unión entre ellos.
Se dice que usted ya leía a Karl Marx cuando tenía ocho años.
No es cierto, una vez leí cuatro páginas de Marx y me quedé dormido. No le he vuelto a dar otra oportunidad.
Usted creció en la época de la crisis económica. ¿Intensificó aquello su conciencia política?
Y mucho. Mi sentido de la justicia, sobre todo. Los ricos pueden descansar, los pobres no. Es algo que aprendí muy pronto. Y en aquellos años también comprendí que no hay que confiar demasiado en la ley y el orden, que no puedes fiarte de todos los policías. Cuando éramos jóvenes, pasábamos mucho tiempo jugando a lanzar centavos para que cayesen lo más cerca posible de un muro. El ganador se llevaba todas las monedas. Un día pasó un policía, nos echó de allí y se quedó con las monedas. Y era un dinero. Podías comprarte cigarrillos con él.
¿Es por eso por lo que habla de policías corruptos en películas como Serpico o El príncipe de la ciudad?
¡Eso sería simplificar demasiado! Pero muchos policías son corruptos. El motivo es, básicamente, el tráfico de drogas, que afecta a todos los aspectos de nuestras vidas. Unos policías entran en una casa y encuentran 200.000 dólares procedentes de la droga sobre una mesa... nadie se va a dar cuenta si me quedo con 20.000 dólares para mí. La policía y la justicia son dos instituciones muy frágiles en Estados Unidos. En aquellos ámbitos de nuestra sociedad donde la confianza es más necesaria es precisamente donde no suele existir ninguna.
Se le considera el director más rápido de Hollywood; además, todas sus películas se ruedan en el plazo y con el presupuesto previsto...
Es probable. He trabajado durante toda mi vida y no he llegado tarde al trabajo ni una sola vez. Lo afronto todo de la misma manera. Es la única forma de mantener la disciplina en un equipo de rodaje, de que cada uno asuma que debe subordinarse a la realización de la película. No admito que la gente ande perdiendo el tiempo.
¿Y lo consigue siempre? ¿Incluso con Dustin Hoffman, que tiene fama de mantener discusiones interminables sobre su papel, lo que se traduce en continuos retrasos en los rodajes?
Dustin Hoffman es un pesado. Su forma de actuar no es el problema, él es el problema. Siempre intenta ser el centro de todo, por eso habla tanto.
Una vez dijo: «La repetición acaba con la emoción». ¿Es un director impaciente?
Algunas estrellas, como Marlon Brando o Katharine Hepburn, eran muy inteligentes. Eran conscientes de que algo no iba bien si teníamos que repetir una toma cuatro veces. Existía el peligro de perder impulso y de agotar al equipo. Hay que mantener alto el nivel de energía. Conmigo, los actores pueden hacer todas las pruebas que quieran, tengo mucha paciencia. Pero cuando dicen que están preparados, tienen que estarlo de verdad. Por eso suelo rodar las tomas una sola vez.
Paul Newman dijo de usted: «Sidney Lumet es el único hombre que conozco...»
«...que aparcaría en segunda fila delante de un burdel». Sí, lo único que no me gusta de Paul son sus malditos chistes.
Usted trabajó en televisión y en los años setenta dirigió la película Network, un mundo implacable, donde mostraba lo más aterrador de los entresijos de la tele. ¿Cómo ve ahora el rumbo de los medios de comunicación?
Es un desastre absoluto. Da miedo pensar que lo que triunfa sean los reality shows. Son increíblemente sádicos y lo que el público espera es humillación.
¿Cree que Internet puede mejorar la situación?
Se pueden crear contenidos diferentes. La gente se pasa 10 horas frente al ordenador y lo triste es que piensa que está comunicándose...
¿Por eso no tiene ordenador?
No lo necesito. Escribo a mano. Y no quiero que me impongan el estar siempre disponible. Si me buscan pueden llamarme por teléfono y dejar un mensaje en el contestador. Y en cuanto a Internet, creo que me queda poco tiempo de vida y prefiero invertirlo en aprender más sobre las personas que sobre las cosas.
Sin embargo, no se ha negado a abrazar las nuevas tecnologías para filmar.
Porque filmar en cine es carísimo, complicadísimo. Con la alta definición (HD) puedes utilizar más cámaras, tienes más luz y eso te permite darle más intensidad a las actuaciones, acercar el teatro al cine. Para mí la tecnología tiene que servir para mejorar la vida, no para complicarla. La HD es una bendición.
Nunca se ha mudado a Hollywood, alguna vez ha llegado a decir que es un sitio odioso. ¿No es algo exagerado?
Es una ciudad que no soporto. No es un lugar apto para la vida de los seres humanos. No puedes ir a ningún sitio andando, y yo no quiero pasarme el día subiendo y bajando de un coche. Aquí, en Nueva York, hay cuatro líneas de autobús y una de metro que pasan por delante de mi casa. Se llega antes a los sitios que con el coche.
Ningún director ha rodado tanto en Nueva York como usted. ¿Por qué le gusta tan poco rodar en otras ciudades?
Aquí puedo rodarlo todo. Rodé incluso una escena de una película ambientada en el sur, en la que una bandada de pájaros alzaba el vuelo desde un campo.
Fuentes:
Bárbara Celis (Diario El País, 23/05/2008)
Lars-Olav Beier (XL Semanal, 3/08/2009)
3 comentarios:
Que buena entrada! Buena recomendación de libro para el verano e interesante recopilación de preguntas y respuestas a y de un grande!
Curiosamente, la última película que he visto ha sido "Dog Day Afternoon", toda una clase magistral de montaje. Recordamos a Dede Allen!
Un saludo!
"Así se hacen las películas" es un gran libro sobre cine sin llegar a ser un manual de cine, eso es lo bueno. Además es realmente entretenido.
Claro que sí, recordamos también a la recientemente fallecida Dede Allen, todavía me acuerdo de la entrada que le dedicaste en tu blog. Muchas de las películas que montó esta mujer son auténticas maravillas, desde 'Bonny and Clyde' hasta 'Wonder Boys', 'El club de los cinco', 'Serpico'... y por supuesto, 'Tarde de Perros'. Insuperable Al Pacino en este trabajo, no deja de sorprenderme, y aprovecho también para recordar al gran John Cazale (alias Fredo Corleone), otro actorazo que sin duda hoy sería de los mejores de no haber sido por su prematura muerte.
Saludos.
Por una conexión inexplicable cuando escucho su nombre siempre le confundo con David Mamet. Muy interesante lo que explicas, de él sólo he visto Asesinato en el Orient Express que es una película que me gusta. Tendré que ver más.
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