Pasada ya la gran fiesta del cine español con esa nueva y refrescante gala organizada por el inmenso Álex de la Iglesia, yo decido cambiar a otros menesteres, por ejemplo, la Berlinale, porque hace unos días se estrenaba allí en competición oficial una de mis películas más esperadas, Greenberg, de Noah Baumbach. Al estreno asistió el propio director acompañado por Ben Stiller, Greta Gerwig y Rhys Ifans.
En palabras de Baumbach, su nueva película es como una visión cinematográfica de las novelas de Philip Roth, Saul Bellow y John Updike, es decir, una película de personajes que entran en crisis en un determinado punto de sus vidas. También es una película que muestra a la ciudad de Los Angeles como tal y no como una ciudad industrial, algo en lo que le ayudó su mujer Jennifer Jason Leigh a la hora de escribir el guión, puesto que ella se crió allí y Noah es cien por cien neoyorquino.
A continuación me gustaría mostraros un par de críticas que he recogido por ahí sobre la película. Una clara muestra de lo mucho que puede ser adorado a la vez que detestado el cine de Baumbach. Por supuesto, yo me incluyo en el primer grupo, aunque esta vez empezaremos por lo negativo, por la crítica de un hombre al que admiro mucho, Carlos Boyero, que escribía esto:
Hay actores y actrices de consumado éxito que tienen la capacidad para despertar la fobia irracional de espectadores maniáticos. A mí me ocurre con Jim Carrey. También con Ben Stiller. Este señor tan presuntamente gracioso es el protagonista de Greenberg, dirigida por Noah Baumbach. El arranque, con un interminable plano fijo de una mujer que va conduciendo ya te asegura que estás ante una muestra de cine independiente, de esas apuestas radicales que tanto valoran los festivales y la impostura autosatisfecha. Esa intimidante carta de presentación deriva afortunadamente en una película con cierto ritmo y en la que ocurren cosas, aunque ni ellas ni los personajes que las viven te provoquen algo más que una mueca de hastío. Stiller interpreta a un cuarentón existencialista que acaba de salir de un psiquiátrico y que retorna a la gente y el escenario en el que pasó su juventud. Resulta que en el pasado quiso ser músico pero acabó de carpintero en Nueva York. Ni sus sueños rotos, ni la sadomasoquista relación de este fulano insoportable con una joven fascinada, su antigua novia, su hermano y un amigo redimido de las drogas, tienen el menor enganche para un espectador con paladar. Greenberg pretende ser un retrato penetrante de una generación desencantada, pero tanto los integrados como los apocalípticos resultan insoportables. Y encima tienes que aguantar todo el rato el careto de Stiller haciendo de excéntrico atormentado.
Y ahora pasemos a lo positivo. Esto es lo que escribía Sergi Sánchez:
¿Ben Stiller con pelusilla blanca? ¿Ben Stiller más delgado que el espíritu de la golosina? ¿Es este el Ben Stiller de «Algo pasa con Mary»? Difícil reconocerle: quizá el cambio de imagen a su llegada a la Berlinale forma parte de una operación de descoloque, de quitarse etiquetas de cómico para todos los públicos. Quizá por eso en rueda de prensa confesó que, en la vida real, no se le da bien contar chistes. «Greenberg», la nueva película de Noah Baumbach, invierte parte de sus energías en enseñar qué hace Stiller cuando no cuenta chistes, o cuando intenta contarlos y sólo recibe un silencio sepulcral como respuesta. Alrededor de su personaje, un carpintero que se recupera de su crisis nerviosa volviendo a Los Ángeles, su ciudad natal, el director de la magnífica «Margot y la boda» dibuja el preciso retrato de un hombre que se niega a crecer, que vive en el pasado mientras el mundo avanza y que se resiste a admitir que es el único culpable de su amargura. El fino oído de Baumbach, co-guionista del cine de Wes Anderson, aplasta el egoísmo de su antihéroe en los morros de la pureza algo autista de Florence (Greta Gerwig), la chica para todo que trabaja para su hermano. En cierto modo, «Greenberg» también es una comedia romántica, pero la inteligencia de su planteamiento radica en examinar el género en negativo: desde el rechazo, desde el fracaso, desde el autoengaño. Y Baumbach triunfa en su estrategia: porque Stiller está magnífico, porque el personaje es a la vez insoportable y conmovedor.
Hace poco también se dio a conocer la banda sonora definitiva del filme. El score lo compone James Murphy, líder del grupo LCD Soundsystem, y la BSO incluye temas variados marca de la casa y típicos de Baumbach. No podía faltar Dean Wareham, claro, con su primer grupo Galaxie 500, además podemos encontrar temas de Duran Duran, Albert Hammond, Sonics, Nite Jewel, y The Steve Miller Band. El tema que os pongo a continuación también resultó ser una de las principales fuentes de inspiración mientras Baumbach escribía el guión. Así que mientras esperamos una fecha de estreno en España, os dejo con LCD Soundsystem y New York I Love You But You're Bringing Me Down:
Ver rueda de prensa de Greenberg en Berlín.
3 comentarios:
Tengo curiosidad por una película que crea tanta diferencia de opiniones.
Normalmente a Noah Baumbach le encuentro cierto parecido con Adrien Brody, pero en esa foto que has puesto se da un aire a Andy García.
Jajaja, es cierto, sí que se da un aire a Andy García.
me la apunto ...
saludos!
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