No creo en la perfección como algo real, opino que la perfección es tan sólo una ilusión creada dentro de nuestras cabezas, de forma que lo que a una persona le puede parecer perfecto, para otra únicamente es algo notable o ni tan siquiera eso. No obstante, intentar conseguir el mejor resultado posible es una intención que todos deberían tener, o al menos eso es lo que siempre he pensado.
Tras esta breve introducción, hoy quería hablaros de 'Election', una de las primeras películas de Alexander Payne (A propósito de Schmidt, Entre Copas, The Descendants), una de ésas que llevaban un largo tiempo esperando en mi lista particular, y que ha resultado ser de largo la mejor película que llevo vista en todo el verano.
Election es una comedia adolescente de finales de los 90 que protagonizaron Matthew Broderick y Reese Witherspoon. Broderick volvía así a uno de los géneros con los que alcanzó la fama en los 80 de la mano del gran maestro John Hughes, cuando interpretara al ya mítico Ferris Bueller en la genial y recordada Todo en un día, sin embargo, el tiempo no pasa en balde, esta vez se invierten las tornas y le vemos como profesor de instituto un tanto fraudulento aunque inocentón, no como alumno, en una más que destacada interpretación.
Sobre Reese Witherspoon, digamos que tras sus recientes apariciones por aquel entonces en películas como Pleasantville y Crueles Intenciones, fue Election la que acabó catapultando su carrera hacia el éxito como actriz, reconocida ya tanto por la crítica como por el público. De hecho este papel le valió una merecidísima nominación a los Globos de Oro como mejor actriz en comedia o musical, su primera nominación a un reconocimiento importante. Y tal vez hubiera merecido mucho más... Su interpretación de alumna modélica sabelotodo y repelente se debería enseñar una y otra vez en los talleres de comedia.
¿Pero de qué va exactamente Election? La película cuenta el proceso de elección a la presidencia del consejo escolar de un típico instituto americano. Sin embargo, dicho proceso se ve alterado sobremanera por la vida íntima y privada de sus protagonistas, por sus preocupaciones personales e inquietudes, que terminan convirtiendo esta obra en una tremenda y aguda sátira política, en la que por qué no decirlo, se replantea de fondo el sistema político actual, con la visible honradez de unos pocos y las mentiras de otros muchos en busca de sus intereses individuales. Una clara muestra hecha cine de lo que puede resultar y resulta ser un modelo de democracia adulterada. Nuestro pan de cada día, si se me permite la expresión.
Pero lo que realmente me sorprende es el enorme ritmo con el que dota Alexander Payne a la película, un director que por lo general suele imprimir un ritmo más pausado a su ya clásica dirección, precisamente todo lo contrario que aquí, al no dejar que decaiga ni un sólo minuto de metraje. Sin duda alguna se podría decir que Election fue su verdadera tarjeta de presentación para darse a conocer al público.
Claro está que no sólo se puede hablar de la impecable dirección, porque a mi juicio lo mejor es lo bien construído que está su guión, donde nada falta y nada sobra, y todo, absolutamente todo tiene su razón de ser, donde el final de una secuencia lleva irreprochablemente al prometedor inicio de otra sin dejar nada de lado. Un guión donde los problemas de los personajes, el intenso hostigamiento mutuo entre ellos y sus calculados objetivos les llevan a actuar la mayoría de las veces sin ninguna sensatez pero sí con toda la intención del mundo. Y de eso es de lo que se trata, así es como funciona esto. Probablemente no sea un guión perfecto, ¿pero qué es la perfección y cómo se valora eso? Si nos ceñimos a la realidad podemos afirmar que lo que es es un guión espléndido y no hay más que hablar. Estuvo nominado en los Oscars del 99, no se lo dieron, ¿y qué? ¿quién necesita un Oscar cuando sobra el talento y se tiene la certeza de haber hecho algo tan bueno? Y honestamente, Election es algo muy bueno.