miércoles, 27 de octubre de 2010

Segundo Asalto

Esta noche a las 22:00 se emite en Antena 3 el segundo capítulo de Hispania. Tras ganar el lunes en audiencia a la serie competidora de Telecirco (esa especie de comedia monárquica), hoy se busca repetir la hazaña y dejar claro que el combate es nuestro. Es la batalla de la humildad contra la prepotencia, de la honradez contra la telebasura y la hipocresía. Aunque la mayor diferencia entre estas dos cadenas es que a Antena 3 le importa su producto y a la otra no. Unos cuidan lo suyo y los otros lo usan como arma de destrucción. El tiempo pondrá a cada uno en su sitio si es que no lo ha hecho ya.

En fin, nosotros a lo nuestro, esta noche segundo capítulo, 'La liberación de los esclavos'. Héctor, hermano de Sandro, un personaje interesado y nada de fiar, regresa a Caura. Tras enterarse de que su hermano se ha unido a Viriato en una cruzada contra Roma, decide sumarse al grupo rebelde; pero sus planes no son nada heroicos...
Galba descubre a Nerea entre los esclavos hispanos y queda prendado de ella. Pide que se la preparen para ser su amante esa noche. Alejo, un noble hispano, llega a casa de Teodoro. Éste se lo presenta inmediatamente a su hija, Helena: se trata de su futuro marido...

lunes, 25 de octubre de 2010

Hispania, esta noche estreno

Pues eso, que esta noche a las 22:15 y tras un largo tira y afloja contra Telecirco en la guerra de audiencias, por fin se estrena en Antena 3 'Hispania', la nueva serie en la que estoy teniendo el gusto de trabajar, aunque no precisamente como guionista, para esos detalles está Natxo López y su recomendable blog 'El guionista hastiado'.



En esta ocasión yo me he pasado al otro lado, en lugar de estar tras las cámaras, esta vez estoy delante, haciendo de un simple y llano aldeano hispano de Lusitania, ese pueblo liderado por Viriato (Roberto Enríquez) para oponer resistencia ante las fuerzas romanas de Servio Sulpicio Galba (Lluís Homar) que intentan conquistar nuestro territorio allá por el año 150 a. C.

Completan el reparto los maravillosos y maravillosas Ana de Armas, Juan José Ballesta, Manuela Vellés (la adoro), Nathalie Poza, Jesús Olmedo, Ángela Cremonte, Alfonso Bassave, Hovik Keuchkerian, Antonio Gil, y alguien más del que seguro me estoy olvidando y espero que me perdone. En la dirección tenemos a cuatro genios capaces de convertir el agua en vino, ya os explicaré porqué: Carlos Sedes (Gran Reserva), Alberto Rodríguez (After, 7 Vírgenes), Santi Amodeo (Cabeza de perro), y Jorge Sánchez-Cabezudo (La noche de los girasoles).

También quisiera mencionar el inmenso y gran trabajo de todo el resto de la gente que hace posible esta serie, guionistas, directores de fotografía, ayudantes de dirección, producción, montaje, sonido, iluminación, maquillaje y peluquería, vestuario, atrezzo, directores de casting, figuración, entrenadores, transporte, catering, a todos, absolutamente a todos, porque sin ellos las piezas de ese engranaje tan vital no podrían rodar. Y por supuesto, no hay que olvidar a la gente que nos paga, Bambú Producciones, que está haciendo una labor digna de alabanza. Para mí es un enorme placer poder trabajar al lado de todos estos figuras, y además resulta muy didáctico compartir todas estas horas con cada profesional, porque al final de la jornada siempre acabas aprendiendo algo nuevo y valioso de ellos. Posiblemente el compañerismo sea la palabra más acertada para definir lo que se vive aquí. Y qué bien suena esa palabra cuando se aplica bien: compañerismo.



Yo hoy me encuentro en pleno set de rodaje con todos ellos en la comarca de La Vera, filmando los últimos capítulos de la temporada, y ni siquiera sé si llegaré a tiempo a casa para ver el primero, pero os animo a todos a que esta noche sintonicéis Antena 3 porque os prometo que vais a ver algo espectacular, hecho con mucho esfuerzo, trabajo y dedicación, un producto realizado con esmero en el que se intenta cuidar hasta el último detalle, algo que sé que la gente sabrá valorar. Recordadlo, Hispania, a las 22:15.
Con el paso de los días también iré contando alguna que otra anécdota, y si os portáis bien, puede que incluso os traiga algunas fotos y vídeos.

Os invito también a visitar la página web oficial de la serie (http://www.antena3.com/series/hispania/), donde encontraréis vídeos exclusivos, fotos y toda la información necesaria sobre el rodaje. Además, si os perdéis algún capítulo, en la propia web de Antena 3 podréis verlos repetidos tantas veces como queráis. La leyenda empieza hoy...

miércoles, 20 de octubre de 2010

Eileen Wade - Nina van Pallandt

En una de mis películas favoritas de la historia del cine, 'El largo adiós', de Robert Altman, con guión adaptado por Leigh Brackett (El sueño eterno) de la novela homónima de Raymond Chandler, Nina van Pallandt, esa preciosidad de mujer, actriz, cantante y baronesa, interpretaba al personaje Eileen Wade, la esposa de un famoso escritor alcohólico. Aparte de la estelar interpretación que Elliott Gould nos ofrece del detective Philip Marlowe, de la que hablaré otro día, me parece interesante la descripción que Chandler realiza sobre Eileen. No sé quién fue el director de casting de la película o si fue decisión del propio Altman hacerse con los servicios de Nina Pallandt, pero... ¿se puede dar más en el clavo?



El mozo pasó a mi lado y dirigió una mirada suave al débil whisky con agua de mi vaso. Sacudí la cabeza y el mozo siguió de largo. Fue entonces cuando entró en el bar un verdadero sueño en forma de mujer. Por un instante me pareció que todo sonido se había apagado en el bar, que los dos graciosos habían cesado de negociar y que el borracho sentado en el taburete había dejado de mascullar; fue como cuando el director de orquesta golpea con la batuta en el atril, levanta los brazos, y mantiene a todos en suspense. Era delgada y bastante alta; llevaba un traje sastre de hilo blanco con un pañuelo de pintitas blancas y negras alrededor del cuello. El cabello era de color oro pálido, como el de las princesas de los cuentos de hadas. El pequeño sombrero y el cabello dorado alrededor recordaban a un pájaro en su nido. Los ojos eran de un color extraño, azul violáceo, y las pestañas largas y quizá demasiado claras. Se dirigió hacia la mesa de enfrente y empezó a quitarse los guantes blancos. El mozo se acercó enseguida y le apartó la mesa de tal forma y con tanta deferencia como ningún mozo del mundo me la hubiera apartado a mí. La joven se sentó, aseguró los guantes con una cadenita de la cartera y agradeció al mozo con una sonrisa tan suave, tan exquisitamente pura, que el hombre casi quedó paralizado por la emoción. Ella le dijo algo en voz baja y el mozo, después de inclinarse hacia adelante, salió casi corriendo. He ahí un tipo que realmente tenía una misión en la vida.

Le clavé la vista y ella captó mi mirada. Levantó los ojos un centímetro y me pareció que había dejado de existir: casi perdí el aliento.

Hay rubias y rubias, y hoy es casi una palabra que se toma en broma. Todas las rubias tienen su no sé qué, excepto tal vez las metálicas, que son tan rubias como un zulú. Existe la rubia pequeña y agradable, que gorjea como los pájaros, y la rubia alta y estatuaria, que lo envuelve a uno en una mirada azul de hielo. Existe la rubia que lo mira a uno de arriba a abajo y tiene un perfume encantador y resplandece tenuemente y se cuelga del brazo y está siempre muy, muy cansada cuando la acompañas a su casa. Ella hace ese maldito gesto de impotencia y tiene ese maldito dolor de cabeza y te gustaría aporrearla, aunque estés contento de haber descubierto lo del dolor de cabeza antes de haber invertido en ella demasiado tiempo, dinero y esperanzas. Porque el dolor de cabeza siempre estará así, es un arma que nunca deja de usarse, y tan mortífera como la espada del asesino o el frasco de veneno de Lucrecia.

Existe la rubia dulce, dispuesta y aficionada a la bebida, y que no le importa lo que lleva puesto —siempre que sea visón —o adónde va— siempre que sea el “Starlight Roof” y haya mucho champán seco—. Existe la rubia pequeña y altiva que es una verdadera compañera y quiere pagar ella su cuenta y está llena de luz de sol y de sentido común, que sabe judo y puede lanzar al aire, por encima del hombro, al conductor de un camión, sin perderse más de una frase del editorial del Saturday Review. Existe la rubia pálida, pálida, con anemia de tipo incurable, pero no fatal. Es muy lánguida y muy sombría y habla suavemente como salida de no sé dónde, y no la puedes poner un dedo encima, en primer lugar porque no tienes ganas, y en segundo lugar porque está leyendo La tierra perdida o Dante en el original o Kafka o Kierkegaard, o porque estudia dialecto provenzal. Adora la música, y cuando la filarmónica de Nueva York está tocando Hindemith, puede decirte cuál de los seis contrabajos entró un cuarto de tiempo más tarde. He oído decir que Toscanini también es capaz de ello. Eso quiere decir que ya son dos.

Y por último existe la muñeca maravillosa y encantadora que sobrevive a tres reyes del hampa y después se casa con un par de millonarios a un millón por cabeza y termina con una villa de color rosa pálido en Cap d'Antibes, un coche Alfa Romeo completo, con chófer y acompañante, y una caballeriza de aristócratas enmohecidos a los que tratará con la atención distraída y afectuosa conque un anciano duque dice buenas noches a su criado.

Aquel sueño atravesado en mi camino no pertenecía a ninguna de esas categorías; ni siquiera era de este mundo. Era inclasificable: tan remota y clara como el agua de la montaña, tan evasiva como su color.

martes, 12 de octubre de 2010

Los comienzos de Edward Burns (III)

Última parte.
Continúa de la entrada anterior...


Unas semanas más tarde, mi suerte cambió. Inscribí Los Hermanos McMullen en el Mercado de Cine Independiente como trabajo en curso. Bob Hawk, uno de mis primeros fans, vio la película y se la recomendó a la periodista Amy Taubin, del Village Voice. Después ella escribió un artículo haciendo una bonita mención hacia la película (la primera y última vez que espero algo así del Village Voice). Su única crítica fue "nulo atractivo comercial". Supongo que puedo aguantar ese tipo de críticas. Tras la publicación del artículo, volví a enviar la cinta a todas las compañías de distribución. Recibí más cartas de rechazo, pero podía sentir que la bola comenzaba a rodar.

A través de un amigo conseguimos hacerle llegar una copia de la película a David Evans, un ejecutivo de la Twentieth Century-Fox. A David le encantó y mostró un especial interés personal hacia ella. Después él mismo se la envió a Tom Rothman, que estaba al cargo de Fox Searchlight. A Tom también le gustó y me llamó para decírmelo, pero Searchlight no podía comprometerse a hacer nada por el momento. Le envié otra copia a James Shamus de Good Machine, una productora independiente de Nueva York. Nada más ver la película me dijeron que había algo en ella que les gustaba, y me ayudaron a editar un nuevo montaje de 98 minutos de duración. También pensé que necesitaría a un abogado para manejar todo el marco jurídico de las cosas, y conocí a un gran tipo llamado John Sloss, que representaba a John Sayles, uno de mis héroes, así que le contratamos y la bola siguió rodando.

El 12 de Noviembre de 1994 recibí una llamada del Festival de Cine de Sundance para darme la mejor noticia de mi vida, Los Hermanos McMullen había sido seleccionada a concurso. Pero ahora teníamos un nuevo problema, el festival era dentro de dos meses y todavía necesitábamos algo más de dinero para acabar el nuevo montaje y pasar la película de 16mm a 35mm. Así que llamamos a nuestro amigo Tom Rothman de Fox Searchlight, que nos ayudó con todo para terminar la cinta definitiva justo dos días antes del estreno en Park City, Utah.

Puesto que habíamos acabado el nuevo montaje apenas 48 horas antes, aquella era la primera vez que veía el resultado final de principio a fin proyectado en una pantalla. Ninguna persona sentada en aquellas butacas había oído hablar nunca de mí ni de la película, así que supongo que fueron sin ninguna expectativa. Durante la primera secuencia, todos empezaron a reír de forma continuada, y cuando ya íbamos por la mitad, una señora que estaba sentada a mi lado se me acercó al oído y me dijo, "No te preocupes, les está encantando". Al finalizar, se podía sentir un entusiasmo general en toda la sala que jamás podría haber imaginado. En aquel momento supe que mi vida ya no volvería a ser la misma.

Inmediatamente después de la proyección fui asaltado por una horda de productores y agentes de Hollywood que me dejaron cerca de doscientas tarjetas de negocios en las manos. Por supuesto, primero teníamos que comer, y luego a lo mejor podríamos viajar a Los Angeles. Para este tipo de cosas siempre tienes que viajar a LA. Más tarde decidí coger todas esas tarjetas y las añadí voluntariamente a mi colección de cartas de rechazo. Fue una forma fácil de decicir que no firmaría ningún contrato con ninguno de ellos. Aquella noche le vendimos la película a Tom Rothman y a Fox Searchlight, y un mes después ellos mismos nos dieron luz verde para empezar a rodar She's the One.




Nice Guy Johnny, su nueva película, estará disponible el próximo 26 de Octubre en todo el mundo.
http://www.edwardburns.net/

sábado, 9 de octubre de 2010

Los comienzos de Edward Burns (II)

Continúa de la entrada anterior...



Al salir de la escuela de cine comencé a buscar trabajo en el negocio del entretenimiento. Durante cuatro años trabajé como asistente de producción en las oficinas de Entertainment Tonight en Nueva York. Mis principales responsabilidades eran conducir un coche alrededor de Manhattan, llevar las luces y trípodes, y conseguir café para cualquiera que lo pidiera. La gran ventaja era que durante las filmaciones, tenía bastante tiempo libre para hacer lo que me diera la gana, así que me metía en alguna oficina vacía y empezaba a escribir guiones. En los primeros dos años escribí cuatro guiones y los envié a varias productoras y agentes que yo mismo me encargaba de localizar.

Si os dedicais a esto deberíais saber que la parte más complicada de escribir un guión no es escribirlo en sí, sino encontrar a alguien del negocio que pueda leerlo después. Así que todos los días escribía, llamaba y buscaba a alguien que me pudiera ayudar, pero no hacía más que recibir cartas de rechazo, unas doscientas tenía ya en mi colección, lo que me hizo sentir como un auténtico perdedor. Habían pasado ya tres años desde que hice Hey Sco, y no conseguía llegar a ninguna parte como guionista, de hecho, John Tesh, el presentador principal de Entertainment Tonight ni siquiera conocía mi nombre, aunque como el plató principal estaba en Los Angeles no había ninguna razón para que lo supiera.

Un día mi padre decidió llevarme a comer fuera. Quedamos en la taberna White Horse, en el West Village, y nos tomamos unas hamburguesas y varias cervezas. Yo empecé a contarle sobre el asco que me producía Hollywood por no darme una oportunidad. Entonces él me miró y me dijo: "si eres cineasta, ¿por qué simplemente no haces una película? ¿por qué necesitas a Hollywood?" Intenté convencerle de que eso no era precisamente una tarea fácil, y que para conseguirlo necesitaría al menos un millón de dólares. Él me contestó que eso eran gilipolleces y me preguntó que cuánto me había costado hacer Hey Sco. Le dije que cerca de tres mil dólares. Después él me volvió a preguntar que cuánto duraba aquella película, yo le dije que quince minutos, hasta que finalmente dedujo, si Hey Sco te costó tres mil dólares y duraba quince minutos, ¿por qué no puedes hacer una película de noventa minutos con dieciocho mil dólares? Le dije que no lo había pensado nunca de esa manera. Mi padre me sugirió que dejara de lloriquear y escribiera un guión que costara unos dieciocho mil dólares. Al día siguiente, entre los descansos en el trabajo, me senté y comencé a escribir el guión de Los Hermanos McMullen.

Por aquellos años se acababan de estrenar películas como Laws of Gravity de Nick Gomez y Metropolitan, de Whit Stillman. El presupuesto de la primera fue de cuarenta mil dólares, y el de la segunda de doscientos mil. Ellos me sirvieron de motivación y también como inspiración para lo que yo estaba intentado hacer. Lo primero en lo que pensé a la hora de escribir el guión fue en localizaciones en las pudiera rodar gratis. Aquello incluía la casa de mis padres, los apartamentos de mis amigos, Central Park, y las calles de Nueva York. Pero sabía por experiencia que lo que más me costaría sería conseguir un buen casting con tan poco dinero, así que por ese motivo también decidí incluirme yo mismo en el reparto.

Pertenezco a una familia católico-irlandesa, y mis amigos y yo siempre nos preguntábamos por qué no había películas que contaran la vida de personas como nosotros. Hemos visto a los italo-americanos con Scorsese y Coppola, a los judíos americanos con Woody Allen y Barry Levinson, y a los afroamericanos con Spike Lee y John Singleton. Por lo tanto, yo quería hacer algo que retratara cómo es la vida en Nueva York de una familia católico-irlandesa. También me interesaba explorar la relación que hay entre los hermanos, que es completamente diferente a la que puedes tener con tus amigos, padres, hermanas o novias. Tres meses después terminé un primer borrador del guión y elaboré un presupuesto que se elevaba hasta los veinticinco mil dólares. Entre mi padre y algunos de sus amigos conseguí diez mil, un dinero que al menos me dejaría comenzar el rodaje. Mi idea para después era cortar varias escenas y montar un primer tráiler que usaríamos para conseguir el resto del presupuesto.

Dick Fisher, uno de los cámaras con los que estaba trabajando en Entertainment Tonight, aceptó filmar la película y nos prestó de todo: la cámara, el equipo de sonido, su coche, su apartamento y varias cosillas más. El resto del equipo lo formaban buenos amigos míos que se prestaron a darme su tiempo sin cobrar un duro. Si no conseguíamos vender la película ya me veía pagando favores durante el resto de mi vida. Lo siguiente fue conseguir el casting, así que publiqué un anuncio en la revista Back Stage: "Película sin presupuesto busca actores irlandeses - Sin Remuneración - Comidas Incluidas". Recibí cerca de quince mil respuestas en apenas tres semanas, y pensé, bueno, esto va a ser fácil. No resultó ser el caso.

Empezamos a rodar en Octubre de 1993 y fue muy duro. No os podéis ni hacer una idea de lo complicado que es coordinar un rodaje en localizaciones públicas y sin haber pagado un centavo por ellas, ni por el equipo, ni por el material de rodaje, y conseguir un reparto de actores durante sólo un día cuando lo único con lo que les puedes pagar es con la promesa de dos porciones de pizza para comer. Durante los tres siguientes meses tan sólo habíamos podido rodar seis días, sin embargo, ya teníamos algo más de la mitad de la película. Con mucho esfuerzo conseguíamos rodar cerca de doce páginas de guión cada día, y a pesar de todos los contratiempos, tengo que admitir que esos seis días han sido los seis días más grandes de toda mi vida.

Entonces comenzó el desastre. Los diez mil dólares volaron cuando me vi obligado a ingresar en el hospital para una apendectomía de emergencia. El día que salí del hospital, a Dick Fisher le diagnosticaron una hernia discal que le mantuvo fuera más de un mes, y a todo esto hay que añadirle dos de las peores tormentas de nieve que la ciudad de Nueva York ha vivido en años. El rodaje se pospuso hasta Marzo, cuando nos reunimos todos en el apartamento de uno de mis actores principales, Jack Mulcahy (Porky's), para discutir qué iba suceder con todo. Allí me aseguraron que el equipo seguiría conmigo hasta el final. Mi padre me prestó otros cinco mil dólares, y después, Irving Young, de DuArt Film Labs, nos salvó el día concediéndonos el resto del presupuesto para terminar la película. El rodaje se puso en marcha de nuevo en Saint Patrick's Day, un buen augurio. Filmamos doce días durante las siguientes seis semanas, y acabamos a finales de Abril, ocho meses después del comienzo.


Después, Dick y yo editamos la película durante los siguientes meses. Hicimos un montaje de dos horas en VHS y enviamos copias a todas las compañias de distribución del país, grandes y pequeñas, incluyendo Miramax, New Line, Paramount, Sony Classics y Sam Goldwyn. Lo único que recibí fueron más cartas de rechazo para añadir a mi colección, y todas decían exactamente lo mismo: "Aunque su película promete, por el momento no se ajusta a nuestras necesidades de distribución". Así que probé a enviarla a festivales, pero nada, todos me rechazaron, incluyendo el Festival de Cine de Hampton, y eso que yo soy de Long Island ¡por Dios Santo!


Volví a quedar con mi padre para tomar unas cervezas en la taberna White Horse y hablar sobre mi futuro en el cine. Mi viejo me escuchó atentamente cuando le conté lo injustos y sucios que son los festivales y las compañías de distribución. Estaba en el filo de la navaja y sin saber qué hacer en la vida. Él me preguntó entonces si quería hacer el examen para la academia de policía a finales de mes, yo, por supuesto, le dije que no, que lo que quería era ser cineasta. Él me contestó, bueno, has hecho una película hijo, ya eres cineasta. Yo no opinaba lo mismo, después mi padre me dijo que cerrara el pico, y que si realmente había disfrutado tanto escribiendo y dirigiendo no tenía que importarme una mierda lo que pensaran esos capullos de Hollywood sobre mi trabajo, me dijo que si lo había disfrutado tanto, que dejara de lloriquear de nuevo y que volviera a hacer otra película, y que si ésa tampoco les gustaba, que hiciera otra, y otra, y otra, pero que si hacía esto por ser un pez gordo de Hollywood y asistir a fiestas con famosos que me olvidara del tema. Esa misma noche comencé a escribir el guión de She's the One.


continuará... (en tres días la tercera y última parte)

viernes, 1 de octubre de 2010

Los comienzos de Edward Burns (I)

Aunque quizás os suene más su cara como actor (Salvar al soldado Ryan, The Holiday, Confidence), Edward Burns es sobre todo un buen guionista y director de cine que empezó su carrera con una película llamada 'Los hermanos McMullen', ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance del 95. Después le seguirían otras como She's the One, con Cameron Diaz y Jennifer Aniston, No Looking Back, o mi favorita de toda su filmografía: Las aceras de Nueva York, con Heather Graham, Rosario Dawson, Stanley Tucci, Dennis Farina y la desaparecida Brittany Murphy. Ahora está a punto de estrenar 'Nice Guy Johnny' en iTunes, una película de muy bajo presupuesto, y desde aquí se le desea toda la suerte del mundo en su personal batalla contra Hollywood, la que lleva librando desde hace años.



Para mí, Ed Burns es todo un referente a la hora de escribir y creo honestamente que sus comienzos en el cine y su continuación en esta industria son todo un ejemplo de lucha y superación. Sin duda un modelo a tener en cuenta. Éste es su propio testimonio:

Cuando tenía doce años, todo lo que siempre había querido hacer en la vida era jugar con los New York Knicks. Me pasaba cerca de seis horas al día entrenando y trabajando mi tiro en suspensión. Mis amigos y yo incluso quitábamos la nieve de las canchas de Grant Park para tener nuestra dosis diaria de baloncesto. Creía que así podría seguir los pasos de mi héroe, Chris Mullin. Desafortunadamente, ningún ojeador vino a verme jugar en el instituto y mi sueño de ser profesional quedó en nada.

Al año siguiente me fui a estudiar periodismo deportivo en Albany. Pensaba que si no podía jugar con los Knicks, al menos sí que podría escribir sobre ellos, lo que ocurría es que yo no era precisamente un estudiante modelo y apenas me pasaba por el campus una vez a la semana hasta que oí hablar de una clase llamada Apreciación Cinematográfica, a la cual me apunté. He de decir que en ese momento de mi vida no tenía mucho interés en el cine, de hecho mi idea de una gran película era aquella que mostrara cualquier desnudo frontal. Así que, como os podréis imaginar, mi voto para la mejor película del año 1982 fue para Porky's. Pero aquello cambió pronto, durante el primer semestre estudié las películas de Hitchcock, Welles, Ford, Wilder y otros maestros, y un nuevo sueño nació en mi interior.

Aquel año ya escribí mi primer guión, titulado 'Apple Pie'. Como la mayoría de primeros guiones, era una historia semiautobiográfica acerca de mi adolescencia. Pensaba que era brillante, tanto, que se me pasó por la cabeza enviar mi obra maestra a algún estudio de Hollywood que quizá malinterpretara y masacrara mi visión. Así que llamé a mi padre y le conté sobre mi nuevo sueño. Le dije que dejaría la universidad de Albany a final de año y que me matricularía en algún curso de la NYU Film. Mi padre me escuchó atentamente, pero me dijo que le echara un vistazo a su salario y reconsiderara lo de la NYU. Lo hice y encontré el Hunter College, cuya matrícula costaba mucho menos, cerca de 600 dólares por semestre.

Conocía a un montón de chicos que querían estudiar cine al salir del instituto, y querían hacerlo en alguna de las grandes escuelas de cine como NYU, UCLA o USC, pero lo que no sabían es que ninguna escuela te puede enseñar a apasionarte, ni a darte una visión personal, ni a tener agallas para seguir escribiendo guiones cuando las cartas de rechazo se te acumulen en casa, y dejadme deciros por experiencia que las cartas de rechazo se os acumularán a montones. Lo que necesitas es amar el cine, el deseo de poder aprender todo cuanto te sea posible, y con suerte, unos cuantos profesores que se preocupen por sus estudiantes. Eso era precisamente lo que yo tenía en Hunter College.

La primera clase que dí fue con el profesor Everett Aison. El primer día nos preguntó quién de nosotros estaba interesado en ser director de cine. La clase entera levantó las manos. Después nos preguntó si alguno de nosotros tenía experiencia en el mundo de la interpretación. Cuatro estudiantes levantaron la mano. Yo no fui uno de ellos. A continuación, el profesor Aison nos dijo que si no sabíamos nada de interpretación cómo demonios les íbamos a contar a los actores lo que queríamos que hicieran. De esa forma, en cada clase, cada uno de los estudiantes nos fuimos distribuyendo los roles en grupos de cuatro, uno era el guionista, otro el director, y el resto los actores. Así fue como empecé a escribir, a dirigir y a actuar.

Llegué a rodar tres cortometrajes en Hunter College, dos de ellos fueron horribles, pero el primero, titulado Hey Sco, no estaba mal. Era una comedia negra de quince minutos sobre un par de perdedores de Long Island que matan a su mejor amigo y lo entierran en la yarda cincuenta del campo de fútbol del instituto. Rodamos las quince páginas de guión en seis horas, y supongo que ése fue el comienzo de mi carrera en el cine. Después envié el corto a todos los festivales del país, y no fue aceptado en ninguno.

En Septiembre también envié Hey Sco al Mercado de Cine Independiente, que aunque no es un festival en sí, suelen coger a casi todo el que inscribe su película. Por lo menos ellos me dieron la oportunidad de poder mostrar mi obra en un teatro, que es una de las experiencias más excitantes y aterradoras de las que podréis disfrutar en la vida. Os asegro que ver por primera vez en la pantalla las imágenes y los diálogos que yo había escrito fue uno de los momentos más increíbles que he vivido. Después pensé, "mi sueño se ha hecho realidad, ya soy cineasta".

continuará...